

Enrique Morente
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Enrique Morente nace un 25 de diciembre de 1942 en Albaicín, Granada. Cuando su inquietud creadora le llevó a iniciar un experimentalismo sobre la renovación de las formas de expresión flamenca, Morente comenzó a ponerse en el centro de una polémica enconada y que el paso de los años no parece aliviar, aunque es cierto que el cantaor se ha ganado un respeto generalizado que en los primeros tiempos no tuvo. Él mismo dice que hacer siempre lo mismo le aburre.
“La ortodoxia, y estoy plenamente seguro de ello, a uno de los que le gusta es a mí, pero yo creo que la ortodoxia debe servir, repito, para invitar a ver nuevas vereas, nuevos caminos y si esto está hecho con sinceridad y honestidad, siempre sirve para ver nuevas experiencias y los errores sirven para ver nuevas ventanas.
Cuando se intentan nuevas cosas, todo no va a salir perfecto, todo no va a salir bien, eso siempre es un riego, para mí sería mucho más cómodo el estar cantando siempre la malagueña del Canario, etc. Yo soy una persona que me aburre cantar siempre igual y pienso que la ortodoxia hay que cogerla e inspirarse y desarrollarla para hacer cosas que inviten a hacer nuevo arte. Porque esto es una música viva, esto no es una música de museo, si no estaríamos paraos, estaríamos todavía en la caverna, estaríamos todavía en la fragua, estaríamos todavía en el campo y esto es un arte de profesionales…”
Seise en la catedral granadina, muy niño aún se aficionó al cante.
Muy joven se fue a Madrid –“porque en Madrid es donde está todo el cogollo, es inevitable el pasar por aquí”-, entrando en contacto con los ambientes flamencos de la capital, con viejos cantaores como Pepe el de “La Matrona” y Bernardo el de “Los Lobitos”. Comenzó a grabar en 1967, y los estilos de sus primeros discos eran absolutamente ortodoxos, acreditando por añadidura un conocimiento del cante tradicional que pocos cantaores de su generación podían alcanzar.
Posteriormente, cuando el cantaor se hallaba metido hasta el cuello en su batalla por la renovación del flamenco, volvió alguna vez a grabar cante plenamente ortodoxo, como hizo en 1977 en su “Homenaje a Don Antonio Chacón”, o en 1990 en “Morente-Sabicas”. Su tercer disco: “Homenaje flamenco a Miguel Hernández” (1971) fue la primera llamada de atención significativa sobre algo que será en adelante una constante en casi toda su obra: la adopción de versos de poetas cultos como coplas de los cantes. Es, de lejos, el cantaor que más préstamos pide a los poetas: además de Hernández, San Juan de la Cruz, García Lorca, Al Mutamid, los Machado, Lope de Vega, Bergamín, Garfias, Guillén y muchos más.
Su genio creativo tiene otras muchas facetas. No sabe, por supuesto, escribir música, pero ha compuesto obras para el teatro, para el cine, para la televisión. Con su Fantasía de Cante Jondo integró admirablemente la música culta en el flamenco. Ha intervenido en películas. Creó una misa flamenca distinta a lo que se había hecho anteriormente en el género… Todo ello le ha costado no pocos dolores de cabeza al cantaor, quien comenta:
“El flamenco está ligado a muchos tópicos, a mentalidades casi islámicas. Dogmas y confusiones no dejan libre el oído. Me parece grave que sectores de la flamencología y de la peñología adopten una actitud de partido político dentro del arte, atacando a unos y defendiendo a otros. Entender el flamenco, aun sin estar metido en este mundo, lo entiende todo el que sabe escuchar”.
Pese a todo, su arte ha prevalecido a las campañas inquisitoriales y hoy el cantaor es probablemente la personalidad más influyente en el panorama del flamenco profesional. No en vano Ríos Ruíz ha dicho de él que “ha inventado el cante del siglo XXI”. Balbino Gutiérrez publicó en 1996 el libro titulado “Enrique Morente, la voz libre”.
Biografía escrita por hugo cuevas-mohr